William A. Hall
La obra de William A. Hall es un teatro hiperrealista en constante expansión mezclado con marcadores del tiempo, que son, literalmente, interrupciones externas en el intenso flujo de trabajo del artista. De hecho, Hall compuso sus dibujos sobre el volante de su automóvil, en el que vivió durante los últimos veinte años de su vida.
Hall concebía sus dibujos en series a lo largo de unos cuantos días, meses o años, elaborando narrativas visuales que se desplegaban en las distintas páginas de álbumes de recortes, no necesariamente de forma secuencial. Tienen entre dos y veinte paneles, dispuestos y montados posteriormente por coleccionistas. Así sucede con la composición de trece páginas Interior del Castillo Calabaza, en cuyo reverso el artista inscribió las fechas y horas de su ejecución: Panel n.º 2 el 26, 27, 28 y 29 de octubre de 2013, y 13 de enero de 2014; Panel n.º 9, del 15 de enero al 6 de febrero de 2014. En el reverso, a veces añadía definiciones de palabras inspiradoras tomadas del diccionario, además de observaciones al estilo diario personal, como su ubicación siempre cambiante de un barrio a otro de Los Ángeles, la temperatura del día, conversaciones con policías o el aspecto de una mariposa monarca posada en su parabrisas.
El arte de Hall nos sumerge en el ambiente posapocalíptico e inhabilitado de escenas futurísticas, detallados paisajes liliputienses fuera de época en los que se ven imponentes árboles retorcidos (como en Árbol motel), cataratas, rocas y máquinas de madera de su invención. Su producción abordó repetidamente los temas interconectados de la supervivencia y la seguridad, lo que incluye los dibujos adjuntos a su novela, El protegido, que narra las aventuras del gigante Xenos, creado a partir de partes de distintos cadáveres, cuya misión es proteger al mundo “de los crueles humanoides predatorios que han sido un problema durante muchos siglos”.